La Filarmónica de Bogotá lamenta la muerte de Carlos Villa, consagrado violinista y director de orquesta de 84 años, que se encargó de cimentar las agrupaciones juveniles y asesoró hasta último momento a David García, director general de esta organización.
Con los años, Carlos Villa se convirtió en un maestro de la táctica. Según las propias palabras del destacado violinista y director de orquesta, en los últimos años cuando su misión era guiar a los integrantes de las agrupaciones juveniles de Filarmónica de Bogotá, además de estimular a los talentos nacientes, le interesaba compartir conceptos como afinación y estilo.
Al recurrir a estos dos principios fundamentales de la música, Villa se acercaba con intuición a las expectativas de sus dirigidos y lograba sintonizarse con sus emociones, aplacando sus inseguridades y multiplicando sus ganas de sobresalir en un ámbito en el que él se destacó desde sus inicios.
Su encuentro con el violín se gestó en Cartagena en plena década del 40. “Cuando yo era niño se hacían festivales internacionales auspiciados por la sociedad Proarte Musical. En los años 40 venían los mejores artistas del mundo. Por ejemplo, en La Heroica supe de la existencia de un violinista llamado Yehudi Menuhin, aunque yo en ese tiempo estaba en clases de piano”, aseguró Carlos Villa en una charla informal en el marco del Cartagena IX Festival de Música, en 2015.
Después de sus estudios en Filadelfia (EE. UU.) se estableció en Suiza, donde conoció a Menuhin, quien ya se había convertido en uno de sus personajes favoritos en la música. Con la ayuda de este maestro, un apasionado del yoga, Carlos Villa supo cómo controlar los músculos y los nervios. De él también aprendió que la parte técnica es fundamental en la tarima, pero no es lo único y sobre eso hacía énfasis cuando hablaba con quienes hacían parte de las agrupaciones juveniles de la Filarmónica de Bogotá.
Carlos Villa fue pionero en muchos aspectos del arte en nuestro país. Abrió el camino para que otros músicos clásicos pudiera alternar con figuras rutilantes de la escena académica; durante cinco años fue el concertino de la orquesta Philharmonia, de Londres; y fue el primer músico colombiano (y el único) en compartir jornadas de grabación con los Beatles.
“Yo estaba recién llegado a Londres y allí conocí a la escritora Penelope Mortimer. Ella me invitó a una fiesta en 1963 y me dijo que también había invitado a unos jóvenes talentosos del rock. En ese lugar conversé con Paul McCartney y John Lennon y ellos me contaron que querían hacer una fusión entre su propuesta y algunos instrumentos clásicos. Pasado el tiempo, me llamó el representante de los Beatles para citarme en los estudios. Siempre grabamos de noche y de ahí salieron ‘Eleanor Rigby’ y ‘A Day In The Life’, entre otros temas”, recordó Carlos Villa en los momentos previos a uno de sus múltiples y merecidos homenajes.
Los lazos del maestro Villa con la Filarmónica de Bogotá fueron tan estrechos como duraderos. En los años 70, Raúl García lo acercó al proyecto y algunas décadas más tarde David García, hijo del fundador y actual director general de la Orquesta, lo vinculó a los proyectos juveniles y de formación de la entidad.
Como intérprete, Carlos Villa demostró que su violín podía cantar; como director de orquesta confirmó que el liderazgo se ejerce desde la generosidad y el respecto; y como ser humano ratificó que la edad es una anécdota y por eso mantuvo su espíritu joven hasta el 6 de junio de 2023, día de su muerte.
Al maestro Carlos Villa nuestras gracias eternas por mostrarnos el camino armónico de la buena música.